Esto es Alanna, mano a mano y cada día con las víctimas de violencia de género
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Padeció durante nueve años malos tratos, ahora gracias al Aikido es una mujer nueva
16/11/2016 12:11
Alba Molina San Antonio
Isabel, de 41 años, fue víctima de violencia de género durante nueve años. Su inclusión en la Asociación Alanna, beneficiaria de la I Marxa contra la Violència de Gènere, y sobre todo el descubrimiento del arte marcial del Aikido la han convertido en una mujer completamente nueva.
El pasado domingo 13 de noviembre tuvo lugar la I Marxa contra la Violència de Gènere, una iniciativa sin precedentes en Valencia, en la que participaron más de 7.500 personas que donaron 1 euro simbólico a la Asociación Alanna, entidad beneficiaria de la prueba.
Alanna, que facilita la integración social de las mujeres más desfavorecidas, se encuentra en estos momentos inmersa en un proyecto llamado “Mi camino lo decido yo” en el que supervivientes al maltrato han aprendido a “tomar decisiones”, elegir “lo verdaderamente importante” y a “ser dueñas de sus vidas”.
Este es el tercer año consecutivo que realizan el Camino de Santiago, un viaje que se autofinancian una parte y que para esta edición están vendiendo llaveros de búhos, como los de la fotografía. Uno de los encargos más importantes que tienen es la entrega de 2.000 llaveros a La Caixa.
Isabel, de 41 años, es una de las mujeres que gracias a Alanna se ha dado cuenta de que al final del túnel siempre hay luz, que tras la tormenta acaba llegando la calma. Durante nueve años tuvo que soportar una de las realidades más crudas de nuestra sociedad y aunque reconoce que continúa poseyendo secuelas de “su época negra”, desde que llegó a Alanna hace cinco años se ha convertido en una persona nueva que ha descubierto que la vida empieza justo ahora.
TESTIMONIO Y DENUNCIA
Isabel comenzó a ser víctima de malos tratos a los 28 años, un infierno en el que estuvo inmersa durante nueve largos años y del que sólo se atrevió a salir por su hija, el gran motor de su vida. Tras dos intentos de denuncia en los que llamó al 016 pero colgó, consiguió armarse de valor a la tercera para denunciar.
“Cuando tomé la difícil decisión de abrir los ojos y romper con todo me costó muchísimo porque cómo iba a hacer algo así a alguien al que quería”, apunta Isabel.
“La labor que desempeñan en el 016 es impresionante. Me aconsejaron qué tenía que hacer y me mandaron al Centro de la Mujer de 24 horas donde conté con apoyo psicológico, hice cursos… hasta que finalmente me mandaron a Alanna”, explica Isabel.
Isabel llevaba casi dos años con su pareja cuando decidieron ser padres. Aunque consiguió quedarse embarazada hasta en dos ocasiones terminaría sufriendo dos abortos. Sin embargo en su peor momento, cuando los malos tratos que acusaba eran constantes y ya estaba en una situación límite se quedó embarazada de su hija. Isabel, que además se encontraba en paro como su ex pareja, pensó “no, ahora no por favor”. Complicada situación que la abocó a buscar trabajo en la otra punta de España y que desembocó la desvinculación por completo tanto de su familia como de sus amigos. Isabel estaba más sola que nunca en la adversidad.
“Pensaba que era una inútil, que todo lo que pensaba estaba mal y que él tenía que decirme qué hacer a cada momento porque yo me encontraba anulada”, señala Isabel.
Ingenua y confiada como tantas mujeres lo son en estos casos, quiso creer que su hija se convertiría en un punto de inflexión y que su pareja cambiaría, pero nada más lejos de la realidad.
“Era súper celoso y cuando tuve a la niña tenía que pedir permiso para cogerla en brazos. De cara a todo el mundo era una mala madre, contaba que cuando la niña lloraba por las noches yo no me despertaba a atenderla”, apostilla Isabel.
“Cuando empecé a darle el pecho se me retiró porque él cinco minutos antes le daba un biberón para que no pudiera darle el pecho”, agrega Isabel entre sollozos.
“La niña cuando lloraba con 4, 5 meses, la zarandeaba para que se callara, le ponía toallas por encima y la pobre chiquilla pataleaba agobiada. A veces la castigaba en una habitación a oscuras. Yo intentaba cogerla, decirle que parara, y él me decía que sólo estaba jugando con su hija”, prosigue Isabel.
La desesperación la invadió por completo e hizo que se planteara en varias ocasiones cesar con su vida porque pensaba que “ el mundo sería un lugar mejor si yo no estaba en él”. No obstante y por fortuna, pensar que si le ocurría algo la custodia de su hija sería para él la hizo reaccionar, armarse de valor y denunciar.
Cuando Isabel le anunció a su ex pareja que quería terminar la relación, él le aseguró que sin ella su vida no tenía sentido, que no era nadie, y que se tiraría por un puente. Un chantaje emocional que no surtió el efecto deseado en Isabel, por lo que pasó a las amenazas. La amenazó con enseñar determinadas fotografías íntimas para enseñar a todos “lo puta que eres”. Aun así Isabel supo mantenerse y le animó a que lo hiciera. Él cumplió sus advertencias, no sólo colgó fotografías en sus redes sociales sino que se las mandó personalmente al padre de Isabel.
“Mi padre me llamó pidiéndome explicaciones y yo quería morirme en ese momento. A partir de ese momento mi relación con mi padre ha cambiado por completo, se ha resquebrajado”, relata Isabel mientras vuelve a romperse.
Al tratarse de la primera denuncia para la ex pareja de Isabel, terminaron condenándolo por amenazas de muerte y vejaciones porque “fue lo único que quise denunciar, era lo único que necesitaba para poner fin a esto”. En el juicio Isabel obtuvo una ley de protección que él ha intentado saltársela en varias ocasiones. “Me escribió una carta, pero como se la quedó mi padre y a mí no me la enseñó no hay quebrantamiento de ley”, señala.
Una de las cosas que más me sorprende de Isabel es su generosidad. Ha querido separar su sufrimiento de los “derechos que tiene de ver a la niña porque biológicamente es su padre” y por ello “respeto el régimen de visitas”.
Se deshace en halagos para hablar de su hija, que tiene cinco años. El rostro se le ilumina por completo pero también se le oscurece cuando revela que su ex pareja se ha desatendido bastante de su hija.
“Me pregunta dónde está su papá, que por qué no va a verla y si hay jueces en Valencia porque quiere que le digan a su papá que vaya a verla. Que siendo tan pequeña te diga eso te destroza”, apunta.
ASOCIACIÓN ALANNA
“Una de las grandes cosas de Alanna es que es un entorno seguro porque nunca te preguntan por nada del pasado, no meten el dedo en la yaga y te hacen revivirlo todo al contarlo con pelos y señales”, asegura Isabel.
“Se trata de vale, ha habido una situación complicada y vamos a trabajar hacia delante para que vayan desapareciendo las secuelas porque venimos destrozadas”, añade Isabel.
Por encima de todas las cosas, Isabel resalta que la principal labor de Alanna es que “hacen que volvamos a querernos”.
“Alanna lo que tiene bueno es que se ha dado cuenta de lo don poderoso que es el señor dinero, y por ello tienen una empresa de inserción laboral, Integras tú, y también colaboran con la Fundación Laboral La Caixa”, indica Isabel.
Isabel, administrativa contable, ha trabajado tanto para Integras tú como para La Caixa en distintos trabajos que le han ayudado a darse cuenta de que es capaz de “hacer lo que quiera si se lo propone”.
CULPABILIDAD, FRACASO Y VERGÜENZA
“Da una vergüenza horrible reconocer que has sido maltratada además del miedo que tienes de que te pille la pareja. Porque a mí me espiaba y controlaba en cada momento, me decía que estaba en otra ciudad y media hora después aparecía por la puerta”, apunta Isabel.
“Te invade el miedo al cambio, al qué dirán. Te da muchísima vergüenza reconocer que has fracasado porque nos hacen sentirnos culpables de que la relación no haya funcionado, de que si te pegan es porque tú les has provocado”, incide Isabel.
PROBLEMA EDUCATIVO
“Esta sociedad es muy machista y existe un problema educativo de base. Desde pequeñas nos programan para ser perfectas, para darlo todo en una relación y conseguir que funcione, que encontremos al hombre perfecto y para él tengamos la casa impoluta”, denuncia Isabel.
“Hoy en día las jóvenes se piensan que si sus novios las controlan, preguntan a todas horas dónde están, con quién y que les manden fotos es normal y no lo es”, advierte Isabel.
“Nuestra mayor lacra es que nos callamos, que estamos programadas para ser sumisas. A mi hija le enseño que ella tiene que tener su verdad, que ha de pensar por ella misma y tomar decisiones sin dejarse influenciar”, agrega Isabel.
“Le estoy enseñando a mi hija que hay actitudes y comportamientos buenos y malos, pero no personas. Y mi gran esperanza es que sin yo decirle nada de su padre, cuando quiera conocerlo ella misma sea capaz de distinguir y ver por sí misma cómo es. Pero no sólo con su padre, sino con cualquier persona”, concluye Isabel.
SÍNDROME DE LA LANGOSTA
A Isabel le encanta utilizar metáforas para explicar sus vivencias, su pasado. “El síndrome de la langosta”, patentado por ella, explica cómo cuesta a las mujeres darse cuenta de que están siendo maltratadas.
“Para cocer la langosta coges una olla grande con agua fría y metes la langosta viva dentro, pones el fuego súper flojito y se va calentando tan poquito a poco que la langosta no se entera“, explica Isabel.
“La primera burbujita es tú qué coño sabes, piensas que ha tenido un mal día porque quieres que todo sea genial para sentirte realizada porque estás enamorada hasta las trancas y por el simple hecho de estarlo confías en él ciegamente”, añade Isabel.
“Y las burbujas empiezan a salir con más frecuencia y eres consciente de que las cosas no van bien pero mantienes las apariencias y le excusas no solo ante los demás, sino a ti misma, porque lo tienes idealizado y no quieres verlo. Cuando por fin abres los ojos y te das cuenta la langosta ya está cocida”, concluye Isabel.
SECUELAS
Aunque ya han pasado cinco años desde que Isabel ha vuelto a nacer no ha conseguido superar determinadas huellas que han quedado en ella y que son indelebles en el tiempo.
“Soy mucho más positiva, pero sigo teniendo secuelas. No he vuelto a mantener relaciones con ningún hombre, no cojo ninguna llamada de números desconocidos y soy incapaz de darle la espalda a una puerta cerrada”, reconoce Isabel.
AIKIDO COMO SOLUCIÓN
Isabel ha encontrado en el Aikido una nueva forma “de ver la vida” porque asegura que todo lo que se realiza en el tatami “puedes aplicarlo a tu vida”. El Aikido le proporciona “equilibrio, paz y calma” pero sobre todo le ha hecho darse cuenta de que quiere “coger la vida, estrujarla, hacer zumo y bebérselo todo”.
Ya no es más “una niña asustada que se pone las manos en la cabeza mientras espera que la lluvia la encuentre”. Aunque reconoce que no puede defenderse al 100%, los hombres “son unos cobardes y al no esperar que les contestes con un poco de posición en el Aikido es suficiente para achantarlos”.
Isabel se encuentra entusiasmada, es una mujer nueva gracias a este arte marcial donde la fuerza no es necesaria, sino que se pretende desequilibrar al contrario con su propia fuerza.